Desde fines de 2001 el equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, provincia de Buenos Aires, viene relevando un valioso yacimiento de mamíferos fósiles en una zona conocida como Bajo del Tala, a tan sólo 10 km de la ciudad. Hoy, el lugar se conoce como Reserva Paleontológica “Campo Spósito”, en honor a la familia dueña del lugar.
Desde su descubrimiento, distintos investigadores que han visitado el sitio se han asombrado por la alta concentración de piezas óseas de la fauna de mamíferos extintos que habitaron la región.
La antigüedad de la capa que contiene los fósiles se estima cercana a los 500.000 años, es decir, que su formación data del Pleistoceno medio a superior.
Pero esa alta densidad de restos de más de 10 géneros de animales diferentes debía tener una explicación...
Bancos de piedras redondeadas, huesos erosionados de manera inusual, restos de diversos animales agrupados en lugares comunes y un pequeñísimo fragmento del cráneo de un pez de la familia de los bagres actuales, fueron algunas de las pistas que llevaron a evaluar la posibilidad de que se estuviera excavando en lo que había sido el lecho de un antiguo río.
Con el paso del tiempo y los trabajos en el yacimiento, el equipo del Museo observó que las piezas se habían preservado en una delgada capa de sedimentos de unos 70 cm de espesor. Sedimentos que, hace medio millón de años, conformaban el barro que cubría el fondo del misterioso río.
Hasta la fecha se han recuperado restos de numerosos géneros de curiosos animales entre los que se pueden mencionar: Megatherium, Morenelaphus, Toxodon, Lestodon, Antifer, Stegomastodon, Panochthus, Doedicurus, Glyptodon, Hippidion, Equus, Hemiauchenia, etc.
De este lugar proviene un fémur de tan sólo 3 cm de longitud perteneciente a un embrión de armadillo gigante que, posiblemente, sea el más pequeño descubierto en Argentina de ese grupo de mamíferos fósiles.
En Campo Spósito se desenterraron los restos de la única manada de perezosos gigantes que se conoce hasta hoy. Incluso, uno (o una) de ellos se rescató con partes de una pequeña cría en su interior.
Además, varios restos de caballos fósiles recuperados allí han desorientado a diversos investigadores por la antigüedad de los mismos, mucho mayor de lo que se pensaba para los caballos prehistóricos que habitaron la llanura pampeana.
Pero en los últimos días han vuelto a aparecer los perezosos gigantes con nuevos desafíos. Una escápula completa (omóplato en los humanos) presenta, incrustada en su superficie, una roca redondeada que muestra claramente signos de haber sido arrastrada por una fuerza que le ocasionó un pronunciado desgaste. La pieza fosilizada, de 53 cm de largo y 25 cm de ancho, aporta detalles importantes.
Según interpretan los integrantes del equipo del Museo Paleontológico de San Pedro “la roca rodó por el fondo de aquel río arrastrada por una importante correntada, hasta quedar atrapada entre las formas de la pieza ósea que se interpuso en su camino. Esto es un dato revelador si pensamos que ese yacimiento fue el fondo de un lecho prehistórico, ya que de acuerdo a la ubicación de la escápula y a cómo se trabó la roca en ella, podemos saber en qué dirección fluían las aguas de un río hace medio millón de años atrás.”
Conocer la mecánica del antiguo curso de agua es muy interesante desde el punto de vista geográfico, ya que permitirá establecer datos como, por ejemplo, la pendiente de la región en aquellos tiempos y compararla con los actuales desniveles de la zona norte de la provincia. Aportará datos sobre los cambios concretos que ha sufrido el relieve del suelo bonaerense a lo largo de miles de años ya que el tramo excavado habría corrido de forma diferente a los actuales arroyos de la región.
Desde el Museo agregan que “conocer hacia dónde corría ese río permite aumentar las posibilidades de búsqueda de fósiles en el lugar ya que se pueden anticipar los puntos donde se depositaban las piezas aún antes de ser excavados.”
Desde su descubrimiento, distintos investigadores que han visitado el sitio se han asombrado por la alta concentración de piezas óseas de la fauna de mamíferos extintos que habitaron la región.
La antigüedad de la capa que contiene los fósiles se estima cercana a los 500.000 años, es decir, que su formación data del Pleistoceno medio a superior.
Pero esa alta densidad de restos de más de 10 géneros de animales diferentes debía tener una explicación...
Bancos de piedras redondeadas, huesos erosionados de manera inusual, restos de diversos animales agrupados en lugares comunes y un pequeñísimo fragmento del cráneo de un pez de la familia de los bagres actuales, fueron algunas de las pistas que llevaron a evaluar la posibilidad de que se estuviera excavando en lo que había sido el lecho de un antiguo río.
Con el paso del tiempo y los trabajos en el yacimiento, el equipo del Museo observó que las piezas se habían preservado en una delgada capa de sedimentos de unos 70 cm de espesor. Sedimentos que, hace medio millón de años, conformaban el barro que cubría el fondo del misterioso río.
Hasta la fecha se han recuperado restos de numerosos géneros de curiosos animales entre los que se pueden mencionar: Megatherium, Morenelaphus, Toxodon, Lestodon, Antifer, Stegomastodon, Panochthus, Doedicurus, Glyptodon, Hippidion, Equus, Hemiauchenia, etc.
De este lugar proviene un fémur de tan sólo 3 cm de longitud perteneciente a un embrión de armadillo gigante que, posiblemente, sea el más pequeño descubierto en Argentina de ese grupo de mamíferos fósiles.
En Campo Spósito se desenterraron los restos de la única manada de perezosos gigantes que se conoce hasta hoy. Incluso, uno (o una) de ellos se rescató con partes de una pequeña cría en su interior.
Además, varios restos de caballos fósiles recuperados allí han desorientado a diversos investigadores por la antigüedad de los mismos, mucho mayor de lo que se pensaba para los caballos prehistóricos que habitaron la llanura pampeana.
Pero en los últimos días han vuelto a aparecer los perezosos gigantes con nuevos desafíos. Una escápula completa (omóplato en los humanos) presenta, incrustada en su superficie, una roca redondeada que muestra claramente signos de haber sido arrastrada por una fuerza que le ocasionó un pronunciado desgaste. La pieza fosilizada, de 53 cm de largo y 25 cm de ancho, aporta detalles importantes.
Según interpretan los integrantes del equipo del Museo Paleontológico de San Pedro “la roca rodó por el fondo de aquel río arrastrada por una importante correntada, hasta quedar atrapada entre las formas de la pieza ósea que se interpuso en su camino. Esto es un dato revelador si pensamos que ese yacimiento fue el fondo de un lecho prehistórico, ya que de acuerdo a la ubicación de la escápula y a cómo se trabó la roca en ella, podemos saber en qué dirección fluían las aguas de un río hace medio millón de años atrás.”
Conocer la mecánica del antiguo curso de agua es muy interesante desde el punto de vista geográfico, ya que permitirá establecer datos como, por ejemplo, la pendiente de la región en aquellos tiempos y compararla con los actuales desniveles de la zona norte de la provincia. Aportará datos sobre los cambios concretos que ha sufrido el relieve del suelo bonaerense a lo largo de miles de años ya que el tramo excavado habría corrido de forma diferente a los actuales arroyos de la región.
Desde el Museo agregan que “conocer hacia dónde corría ese río permite aumentar las posibilidades de búsqueda de fósiles en el lugar ya que se pueden anticipar los puntos donde se depositaban las piezas aún antes de ser excavados.”
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